llueve sobre sevilla. Llueve
a mansalva, a quemarropa, con
obstinación, salvajemente. La lluvia ha elegido esos seis últimos días del
comienzo del nuevo siglo para acompañar a Álvaro tertulli en una misión que
nadie en su sano juicio aceptaría llevar a cabo.
Álvaro no es un loco, sin embargo, ni su tío hesperio un alucinado.
designado obispo de milán, el mismo día en que deja su cátedra de arqueología
bíblica, hesperio tertulli, elige a cinco de sus seis discípulos predilectos
para convertirlos en custodios de unas maletas que deberán cuidar con mayor
celo que a sus vidas.
la necesidad de apropiarse de esas maletas desencadenará, cincuenta años más
tarde, una persecución impiadosa que tendrá por escenario a una ciudad
espectral, en la que día y noche apenas se distinguen por una luminosidad
cenicienta y en la que la sangre correrá turbulenta por sus alcantarillas,
anticipo demencial del sacrificio sin fin que se avecina.
Álvaro es un sacerdote sexagenario, un burócrata que ha hecho toda su carrera
en roma y que regresa a sevilla luego de tres décadas de ausencia, nada más que
para cumplir el encargo de su tío hesperio: recoger las maletas y entregarlas
al nuevo depositario, cuya identidad dice desconocer.